El PIB del primer trimestre en España ha sido revisado una décima a la baja, de forma que el crecimiento trimestral fue del 0,2%. Se confirma la fuerte desaceleración tras los buenos datos de los dos trimestres anteriores (2,2% y 2,6%). El volumen de PIB se queda de esta forma un -3,6% por debajo del nivel del cuarto trimestre de 2019. id:84926
La revisión ha sido de menor cuantía que en otros trimestres desde que comenzó la pandemia, aunque sí que ha habido ajustes reseñables en la composición del dato. El menor crecimiento se sigue debiendo sobre todo a la recaída del consumo privado, si bien, esta fue del -2,0% en el trimestre frente al -3,6% anunciado inicialmente. En sentido contrario, la aportación positiva del consumo público fue menor, ya que creció un 0,1% y no un 1,3%. Fueron más determinantes la aportación favorable del crecimiento de la inversión (3,4%) y la contribución de la demanda externa, ya que crecieron las exportaciones (1,1%) y cayeron las importaciones (-0,8%).
La caída del PIB respecto al promedio de 2019 se situó en el -3,0%. Hay que destacar el comportamiento positivo de la inversión en maquinaria y equipo (15,0%), en propiedad intelectual (8,7%) y la recuperación de las exportaciones de servicios (3,8% cuando hace un año estaban en un -45,4%). En el lado negativo pesa el bajo nivel del consumo privado (-7,4%), además de la inversión en construcción no residencial (-10,2%) y residencial (-13,3%), algo que contrasta con otros indicadores del sector, que presentan señales más favorables.
Los datos mensuales de actividad (como las ventas minoristas, la producción industrial o la cifra de negocios de la industria y el sector servicios) fueron muy negativos en el último mes del primer trimestre, lo que muestra la repercusión de la guerra de Ucrania, el agravamiento de la inflación, el deterioro de la confianza y la huelga en el sector del transporte. En el mes de abril se produjo una importante recuperación, si bien, la incertidumbre sobre la evolución de la economía en los próximos meses sigue siendo muy elevada.
El principal problema es el aumento de los precios, que afecta a bienes y servicios de primera necesidad como el suministro eléctrico y los alimentos y disminuye la capacidad de gasto de los hogares en el resto de la cesta de consumo. Además, afecta en mayor proporción a los hogares de menores rentas.
En el lado positivo hay que señalar que este shock ha llegado con la economía española beneficiándose de la reactivación de los sectores más afectados por la pandemia, y con las cuentas de hogares y empresas muy saneadas en términos agregados (aunque con importantes divergencias por sectores y nivel de renta). La política fiscal sigue siendo expansiva y es más probable que en los próximos meses haya una mayor laxitud que una retirada de estímulos. La política monetaria no será tan favorable como en los últimos años, si bien, los tipos de interés siguen siendo bajos en un contexto histórico y negativos en términos reales.
De esta forma, el escenario más probable para los próximos trimestres sigue siendo el de recuperación económica, aunque inferior a la esperada antes de que la guerra de Ucrania agravase las tensiones inflacionistas. Por otra parte, hay que tener en cuenta que los riesgos son elevados por el propio conflicto, la volatilidad en los precios de las materias primas y el deterioro de la confianza de hogares y empresas al que hemos asistido en los últimos meses, ya que, si se traduce en un retraso de las decisiones de consumo y de inversión, este pesimismo se convertiría en una profecía autocumplida.