La crisis sanitaria provocará cambios en el mercado inmobiliario y más concretamente en lo que respecta al espacio de oficinas, acelerando la obsolescencia de algunos activos que no pueden cumplir con las nuevas normativas o convenios. id:62432
Los confinamientos provocados por el COVID-19 han facilitado la posibilidad de teletrabajar. Sin embargo, el teletrabajo tiene sus limitaciones para los empleados y el desarrollo de las empresas. Desde la perspectiva del empleado, no hay nada más desigual y exclusivo que una empresa en la que todos trabajan desde casa, en su ordenador, limitados a sus propias condiciones de vida y de vivienda.
Con respecto a las empresas, contemplar el teletrabajo simplemente desde el punto de vista financiero y considerar únicamente el ahorro de costes como resultado de la reducción de los espacios de trabajo, resta a la oficina su principal función de desarrollo empresarial. Si se observan los primeros análisis del teletrabajo tras el levantamiento de los cierres, las operaciones estándar ganan en productividad a corto plazo, mientras que la innovación se vuelve más problemática. Abogar por el teletrabajo al 100% es similar a tener una visión a corto plazo del desarrollo empresarial.
El COVID-19 ha cambiado el equilibrio del teletrabajo. Mientras que hace poco eran los empleados los que lo solicitaban, ahora algunas empresas son las que quieren imponer el teletrabajo a sus empleados. En el caso de Francia, por ejemplo, creemos que es posible que la legislación imponga una compensación por parte de las empresas a sus empleados. Según la legislación actual, las empresas no pueden imponer el teletrabajo. Los empleados deben ser compensados si se niegan a teletrabajar. Debido a un menor número de espacios de oficina alquilados, las reducciones de costes se verían parcialmente compensadas por la retribución extra del teletrabajo.
Prevemos que un gran número de empresas apuesten por crear un sistema híbrido que combine el trabajo presencial en la oficina con el teletrabajo. En este sentido, numerosos aspectos jugarían un papel clave en el atractivo de los activos de la oficina. La oficina debería hacer que los empleados y los clientes quieran ir de manera física y así:
- Crear unidad. Que encarne la identidad/cultura corporativa para los empleados y clientes y constituya un poderoso símbolo de sentido de pertenencia a la empresa.
- Buscar la comodidad y aportar los servicios necesarios para crear una experiencia, animando a los empleados a sentirse como en casa y querer volver al espacio de trabajo.
- Tratar de ser un lugar donde se favorezca la comunicación. Los espacios de trabajo deben ser flexibles y reconfigurables, aumentando las posibilidades de que los empleados trabajen y se comuniquen entre sí.
Los activos de la oficina deben facilitar el teletrabajo, es decir:
- Las oficinas deben situarse en zonas accesibles y cercanas a los principales medios de transporte y comunicación.
- Las empresas deben poder dar el mismo acceso a la información a todos sus empleados, ya estén trabajando de forma presencial o teletrabajando.
A pesar de los temores actuales que están generando las medidas distanciamiento social, el atractivo de las grandes ciudades en cuanto a oportunidades económicas, conexiones y relaciones sociales determinará la demanda de oficinas a largo plazo. Los cambios que se estaban produciendo en las ciudades antes del COVID-19 seguirán provocando cambios en la calidad de vida y en las características sostenibles de las ciudades y los edificios.