La depreciación de la moneda impacta en los costes de financiación del tejido empresarial, fuertemente endeudado en moneda extranjera. id:69995
A pesar del impacto de la pandemia sobre el turismo y las exportaciones, el PIB de Turquía registró un crecimiento del 1,8% en 2020 gracias a la intensa estimulación del crédito, que se incrementó un 35% interanual, para impulsar el consumo privado y la inversión fija. En 2021,
Crédito y Caución prevé que Turquía crezca cerca del 5%, apoyada por la recuperación mundial, el crecimiento de la producción industrial (9%), las exportaciones (11%) y la posible recuperación del turismo a partir del segundo semestre. El consumo privado solo aumentará un 2%, afectado por la inflación, que podría alcanzar el 14% en 2021.
La fuerte depreciación de la lira turca por la salida de capitales en el primer trimestre de 2020 se mantuvo en los meses siguientes por la concesión de créditos baratos y de gran cuantía para estimular la economía. En el cuarto trimestre de 2020, el Banco Central endureció el tipo de interés en 875 puntos básicos en total, hasta el 17%, para frenar la inflación y la depreciación de la moneda. Recientemente, el tipo de interés de referencia volvió a subir 200 puntos básicos hasta el 19%. Sin embargo, el gobernador del Banco Central fue destituido inmediatamente después, lo que ha sacudido la credibilidad de las políticas económicas turcas y la confianza de los inversores, provocando una nueva depreciación del tipo de cambio.
El tipo de cambio de la lira frente al dólar sigue siendo un 20% inferior al de hace un año, lo que aumenta la carga de la gran exposición del sector empresarial a la deuda en divisas. En el pasado, las empresas turcas, sobre todo en los sectores de la energía, los materiales de construcción, el acero, el transporte y los productos químicos, se endeudaron ampliamente en moneda extranjera con los bancos locales. A pesar del continuo desapalancamiento del sector privado desde la anterior crisis monetaria de 2018, los pasivos siguen siendo elevados y sensibles a los riesgos de tipo de interés, de refinanciación y de tipo de cambio. Muchas empresas pagan altos intereses por los préstamos y luchan contra el impacto del valor más débil de la moneda local en los reembolsos de la deuda externa.
La respuesta fiscal directa a la pandemia ha sido modesta. Las medidas presupuestarias supusieron solo el 2,5% del PIB, centradas en el apoyo al empleo y los aplazamientos de impuestos. El déficit presupuestario del 3,7% en 2020 fue bajo en comparación con los mercados de su entorno. Se prevé que la consolidación fiscal se reanude este año. La deuda pública turca apenas supone el 36% del PIB. Sin embargo, es vulnerable al riesgo de tipo de cambio, ya que más de la mitad está denominada en moneda extranjera. El déficit por cuenta corriente aumentó hasta el 5,8% en 2020 y, a pesar de que se espera un repunte del turismo en 2021, no se prevé una rápida reducción.
Es previsible que la Administración vuelva a su política de crecimiento económico impulsado por el crédito de cara a los comicios de 2023. Si no se reactivan las grandes reformas estructurales, largamente olvidadas, la economía turca seguirá limitada por los desequilibrios macroeconómicos relacionados con el crecimiento del crédito, la elevada inflación, el gran déficit exterior, la baja tasa de ahorro, las deficiencias de competitividad y un mercado laboral inflexible. En ausencia de reformas integrales que aborden estos problemas, la tasa de crecimiento potencial de Turquía a largo plazo disminuirá hasta el rango del 3% al 3,5%, insuficiente para absorber el aumento de la población en edad de trabajar de un millón de personas al año.