La temporada de resultados está en pleno apogeo y, sin duda, ha sido intensa. Durante el primer trimestre, las empresas han tenido que sortear múltiples obstáculos, como el aumento de los precios de las materias primas, las políticas de los bancos centrales, la invasión rusa, las nuevas interrupciones de la cadena de suministro causadas por los confinamientos en China y la caída de la confianza de los consumidores. id:83696
Por ello, quizá sea sorprendente que las cifras agregadas sigan siendo, en conjunto, positivas y que estén muy próximas a los niveles normales.
Así, una vez que casi el 75% de los componentes del S&P 500 han publicado sus resultados, una cifra más que respetable, el 81%, ha superado las estimaciones de beneficios. Se trata de un mejor porcentaje que el del cuarto trimestre y se sitúa por encima de la media histórica. La ampliación de los márgenes en el primer trimester es un fenómeno satisfactorio que, además, ha resuelto una de las principales incertidumbres que preocupaban a los inversores cuando se aproximaba la temporada de de resultados. Mientras tanto, en Europa, se han conocido los resultados de algo menos de la mitad de los componentes del Stoxx 600. El 75% de cifras de ventas y el 65% de los beneficios de las compañías que han publicado sus cuentas han sorprendido positivamente. Al igual que en EE.UU., estos porcentajes están en línea con las de los dos últimos trimestres. Los resultados de los bancos también han mostrado resistencia, aunque algunos informan de ratios de capital ligeramente inferiores, principalmente debido a los cambios regulatorios previstos. En resumen, el panorama general es el de una temporada de resultados saludable.
Aunque no estamos extrapolando necesariamente estas tendencias para el resto del año y reconocemos la incertidumbre planteada por la invasión rusa de Ucrania, el repunte de las materias primas y los confinamientos derivados del Covid en China, esta temporada de resultados pone de manifiesto que el sector empresarial está afrontando estos obstáculos desde una posición de fortaleza. Por ejemplo, las métricas del high yield no parecen ajustadas en términos generales y tienden en la dirección correcta, como se esperaba. El mercado estadounidense muestra un descenso del apalancamiento más pronunciado que el europeo, aunque ha habido cambios en los índices, lo que hace que las comparaciones sean un poco difíciles. Además, la migración de calificaciones crediticias tanto en el high yield estadounidense como en el de Europa Occidental (una vez que excluimos las entidades rusas y ucranianas que, por alguna razón, siguen incluidas en la categoría de Europa Occidental de Bloomberg) también muestran tendencias positivas. Según Moody's, los ratios de subidas y bajadas en EE.UU. y Europa Occidental (sin Rusia ni Ucrania) se sitúan en 1,68 veces y 1,14 veces en 2022. Asimismo, las empresas con grado de inversión también gozan de buena salud; Moody's ha mejorado 6,25 empresas por cada rebaja en EE.UU., mientras que en Europa Occidental, la cifra es precisamente de 1,0 en lo que va de año.
En nuestra opinión, el hecho de que los balances y las métricas crediticias sean saludables y, en su mayor parte, sigan mejorando, no impedirá una recesión o una desaceleración grave. De hecho, la Fed y otros grandes bancos centrales (excluyendo a China y Japón) están tratando activamente de provocar una desaceleración de la demanda agregada para que la inflación vuelva a los niveles objetivo a tiempo. Sin embargo, las consecuencias de dicho fenómeno y la capacidad de la economía para soportar unos tipos más elevados diferirán drásticamente si los balances de las empresas son saludables en comparación con un escenario en el que no lo sean. La misma lógica se aplica a los consumidores y, muy importante, al sector bancario. No todas las recesiones o desaceleraciones provocan un ciclo de impago pronunciado, y la posición de partida de la salud de las compañías desempeña un papel crucial. Hasta ahora, esta temporada de resultados nos dice que el punto de partida es fuerte.